La recaudación, único objetivo de los impuestos.
El análisis de los impuestos y su cometido requiere ubicarlos y relacionarlos con las diferentes funciones o tareas que le competen al Estado y en particular con la Política Económica, para identificar el rol que deben desempeñar en la misma.
En consecuencia, ello necesariamente nos vincula con la Política Fiscal en su carácter instrumental de aquella y por su directa relación con la Política Tributaria, todo lo cual hace imprescindible la participación de la Administración Tributaria encargada de aplicar, controlar y administrar esta última.
Entendemos que el impuesto como tal no constituye un elemento aislado e independiente que tiene un fin en sí mismo, sino que es parte de un ámbito mayor que lo constituye las Finanzas Públicas, la cual a su vez integra un conjunto de políticas instrumentales que coordinadas ayudan a alcanzar el objetivo final fijado por la Política Económica.
Ciertamente, que los ingresos fiscales constituyen un objetivo, que está generalmente implícito en cualquier tributo, aunque la generación de ingresos para el Estado no significa que sea en todos los casos el único objetivo, es por ello que podríamos identificar impuestos denominados “finalistas”, que si bien recaudan también cumplen con otros cometidos.
Si bien hay impuestos que se los podría identificar por su estructura técnica simple o sencilla lo cual facilita su aplicación, control y administración acompañado de un importante ingreso, ello por sí sólo no es suficiente para calificarlos como una de las herramientas idóneas de la Política Económica.
En la hipótesis de que el cometido primordial asignado a un impuesto fuera incrementar en forma significativa y rápida la recaudación, constituiría un error evaluarlo exclusivamente a través de los ingresos alcanzados. En efecto, ello debería estar acompañado por un estudio simultáneo y conceptual de las consecuencias que el referido tributo genera en el proceso económico, tarea ésta que constituye precisamente uno de los cometidos sustanciales que le pertenece a la Política Tributaria.
Por consiguiente, es imprescindible tener presente que, la Política Tributaria encargada de generar ingresos genuinos para financiar la Política Presupuestaria a través de los impuestos, tiene dos cometidos básicos:
La distribución de la carga impositiva en la economía. Ello significa proyectar la estructura técnica de los tributos, diseñar el tipo de impuesto, sus características, así como ubicarlos en los diferentes sectores y en el circuito de la economía.
Analizar los efectos que provoca en el proceso de desarrollo económico la tarea expresada anteriormente. Ello surge como consecuencia de que la labor mencionada en el punto anterior altera el flujo de ingresos, los precios relativos de los bienes y servicios, así como el de los factores de la producción, afectando las expectativas y el comportamiento de los agentes económicos.
Sin duda entonces, que dichos cometidos indican que los impuestos inciden en los mecanismos del mercado, lo cual es aprovechado por el Estado, dado que por la vía de la inducción los utiliza como herramienta de la Política Económica.
Lo expuesto nos permite expresar en términos de una apretada síntesis, que los impuestos cumplen dos funciones básicas:
La captación de recursos del sistema económico para financiar el gasto público.
Influir en las expectativas y decisiones de los agentes económicos de forma tal que por intermedio de éstos permite incidir en el mercado.
En consecuencia, los impuestos pueden modificar el comportamiento de la economía a través de los mecanismos del mercado – oferta y demanda – lo que comúnmente se denomina “efecto paramétrico” de los impuestos que comienzan con la creación o incluso la derogación de un impuesto. Por lo tanto, el contenido de los mismos se diferencia en función de las distintas reacciones o efectos que provocan en el mercado y por consiguiente en el sistema económico.
En base a las consideraciones precedentes, entendemos que los impuestos no tienen como único objetico la recaudación, no obstante algunos de ellos posean una significativa efectividad para ello.
Si bien se han creado impuestos cuya estructura técnica se caracteriza por ser sencilla, de fácil aplicación y fiscalización como son entre otros algunos de los que afectan el sector financiero (impuestos a los cheques o a los movimientos de las cuentas bancarias, etc.), los cuales han demostrado una importante efectividad en la recaudación, calificarlos como exitosos exclusivamente por el referido resultado constituiría una criterio que no compartimos.
Una afirmación en tal sentido estaría considerando solamente una cara de la moneda, ya que se estaría ignorando los efectos de los impuestos en el sistema económico, aspecto sobre el cual nos hemos referido precedentemente y que tiene una significativa importancia.
La incidencia que los impuestos generalmente producen en las expectativas de los agentes económicos y también su posterior efecto en cadena, pueden generar en ciertos casos consecuencias perjudiciales y contradictorias para alcanzar el objetivo final establecido por la Política Económica.
Es indudable que impuestos tales como los que afectan el sector financiero mencionados precedentemente, entre otras consecuencias afectan el costo del dinero, así como el eventual incremento general de los precios con efectos inflacionarios no deseados, las inversiones, etc., todo lo cual genera importantes repercusiones en el proceso de desarrollo.
Precisamente, dado que los impuestos se diferencian en función de las distintas reacciones o consecuencias que generan en el mercado y por consiguiente en el sistema económico, ello significa que no es posible alcanzar diversos objetivos a través de un único impuesto.
Por otra parte, si se considerara que los impuestos constituyen un instrumento que la Política Tributaria los diseña con un cometido exclusivamente recaudatorio, dicha postura implicaría admitir la existencia de impuestos “neutros”, concepto éste que consideramos poco concebible en la práctica, dado que significaría reconocer que los mismos no inciden en la decisiones de los agentes económicos, en cuanto a la utilización de los factores de la producción. Es decir, que no producirían un “efecto sustitución”.
En consecuencia, recomendar utilizar impuestos basados en el criterio de que lo sustancial es la recaudación, sin reconocer y analizar las repercusiones que los mismos provocan en el proceso económico, implicaría excluir o desconocer una de las funciones básicas de la Política Tributaria.
Quienes desde hace un largo tiempo hemos transitado en el campo de la consultoría internacional en el ámbito de la Política Tributaria, por lo expuesto precedentemente y por la recíproca influencia que existe entre ésta y la Administración Tributaria, sabemos que no es posible alcanzar el cometido que se nos asigna sin la elaboración previa de un adecuado diagnóstico que contemple entre otros aspectos, la realidad del sistema tributario vigente y sus repercusiones en el proceso económico, como así también el nivel de eficiencia de la Administración. Por lo tanto, si se respetan estas consideraciones, ello excluye lo que algunos denominan la “receta única”.
En definitiva, cada país, a través de su gobierno, posee la potestad tributaria para decidir que impuestos deben integrar su sistema impositivo y obviamente asumir la responsabilidad de sus consecuencias en el proceso de desarrollo.
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